• Grace Bayala

Adrián Paiva, 2009


Le pido a Adrián Paiva que me preste sus ojos, me dice “no puedo”. Le insisto, quiero saber de qué manera desnuda el paisaje hasta plasmar su esencia.
Me contesta en voz baja, dice palabras fáciles, intuyo que es para mantener arcano su misterio, un don, sin lugar a dudas enriquecido merced a su talento
y fuerza de trabajo. Mi delirante demanda se afirma en la cordura de una razón que entiende las verdades del color y las fortunas del espacio que se
devela y abre cuando presiente ser comprendido. Es que Paiva abarca esos dos mundos, el que le permite estructurar plásticamente una obra y aquél
que lo empuja a abandonar todo legado para poder revivir desde sí mismo.

El paisaje del delta que ha atraído a los visitantes y a sus pobladores, rodeados de ríos, de vegetación misteriosa y enmarañada, contiene la belleza
de las fieras y el sonido recóndito e insondable de la voz natural. Pero esto es sólo una minúscula parte, lo que resta habita en la obra de Adrián Paiva,
obrada como reverencia a la vida, al estar acá, aunque sea de paso.

Grace Bayala, 2009